Ha pasado ya más de una semana desde nuestro artículo y no es que sigamos en el barco haciendo el recorrido de nuevo (que no nos hubiera importado), sino que después de desembarcar en Florida, nos fuimos unos días a Cancún (concretamente a Playa del Carmen) y de ahí… a casita!!! Y en esto estamos, y claro, con las ganas de ver a nuestra familia y amigos y contar todas nuestras aventurillas, se ha hecho bastante más difícil seguir con la actualización del blog.
Pero bueno, retomando nuestra historia… dejamos el barco, con mucha pena, en Fort Lauderdale, pero bueno, para que no fuera tan dura la vuelta a la realidad, contactamos a través de la web de couchsurfing con un nuevo amigo americano, Greg, que nos invitó a su casa muy amablemente y nos trató fenomenal. Nos alojó en una habitación enorme con baño privado y vistas a los canales, desde el salón, vistas al mar… en fin que entre la buena compañía y el sitio perfecto, casi hizo que nos olvidáramos de lo mucho que nos había gustado el barco.
Lo cierto es que nunca habíamos oído hablar de Fort Lauderdale y nos quedamos sólo por recomendación de una chica que había vivido ahí un tiempo y le había encantado. A nosotros nos gustó mucho también, no hay monumentos ni grandes edificios que ver, pero la calidad de vida que se respira es digna de mención.
Un clima perfecto, playas kilométricas de aguas templadas y porque no decirlo, mucho lujo. Fort Lauderdale está lleno de canales bastante amplios donde mucha gente con dinero tiene sus mansiones y su coche último modelo aparcado por un lado de la casa y por otra el yate.
De ahí, Greg nos llevó hasta nuestro hostel de Miami beach (menos mal porque hay como unos 60 km y el transporte público no es muy bueno que digamos… gracias, Greg!). Miami beach está separado de Miami por varios puentes. Es muy entretenido, con una playa enorme, edificios art-decó mezclados con otros modernos, tiendecitas y muchos bares y restaurantes. En definitiva un sitio de playa para pasarlo bien y con mucha marcha para salir por la noche. Nosotros fuimos a cenar las dos noches a la calle más típica, Lincoln Road, que es peatonal y está llena de restaurantes. El último día quedamos con unos amigos de Zaragoza que viven ahí y lo pasamos muy bien, a la vez que nos contaban lo a gusto que se encontraban en Miami.
Por cierto, aunque ya lo habíamos oído, nos chocó mucho que todo el mundo y creemos que sin excepción, habla español. La mayoría de la gente que vive en Miami es latina pero los de USA que viven ahí han aprendido también español, nos imaginamos que no les habrá quedado otro remedio, así que es curioso que puedes entrar a las tiendas y preguntar directamente en español.
De aquí volamos a Cancún (México) para pasar nuestra última semana de viaje en playa del Carmen en un resort descansando y concienciándonos de que estábamos a punto de acabar nuestra aventura. Aunque con bastante pena por finalizar nuestra aventura, estamos contentos de haber podido vivir unos meses tan espectaculares, de los que no cambiaríamos ni un momento y que nos ha permitido disfrutar un montón el uno del otro y de toda la gente que hemos ido conociendo por el camino. Como dijimos al tomar el avión: “habrá que repetirlo en unos años”
Pero bueno, retomando nuestra historia… dejamos el barco, con mucha pena, en Fort Lauderdale, pero bueno, para que no fuera tan dura la vuelta a la realidad, contactamos a través de la web de couchsurfing con un nuevo amigo americano, Greg, que nos invitó a su casa muy amablemente y nos trató fenomenal. Nos alojó en una habitación enorme con baño privado y vistas a los canales, desde el salón, vistas al mar… en fin que entre la buena compañía y el sitio perfecto, casi hizo que nos olvidáramos de lo mucho que nos había gustado el barco.
Lo cierto es que nunca habíamos oído hablar de Fort Lauderdale y nos quedamos sólo por recomendación de una chica que había vivido ahí un tiempo y le había encantado. A nosotros nos gustó mucho también, no hay monumentos ni grandes edificios que ver, pero la calidad de vida que se respira es digna de mención.
Un clima perfecto, playas kilométricas de aguas templadas y porque no decirlo, mucho lujo. Fort Lauderdale está lleno de canales bastante amplios donde mucha gente con dinero tiene sus mansiones y su coche último modelo aparcado por un lado de la casa y por otra el yate.
De ahí, Greg nos llevó hasta nuestro hostel de Miami beach (menos mal porque hay como unos 60 km y el transporte público no es muy bueno que digamos… gracias, Greg!). Miami beach está separado de Miami por varios puentes. Es muy entretenido, con una playa enorme, edificios art-decó mezclados con otros modernos, tiendecitas y muchos bares y restaurantes. En definitiva un sitio de playa para pasarlo bien y con mucha marcha para salir por la noche. Nosotros fuimos a cenar las dos noches a la calle más típica, Lincoln Road, que es peatonal y está llena de restaurantes. El último día quedamos con unos amigos de Zaragoza que viven ahí y lo pasamos muy bien, a la vez que nos contaban lo a gusto que se encontraban en Miami.
Por cierto, aunque ya lo habíamos oído, nos chocó mucho que todo el mundo y creemos que sin excepción, habla español. La mayoría de la gente que vive en Miami es latina pero los de USA que viven ahí han aprendido también español, nos imaginamos que no les habrá quedado otro remedio, así que es curioso que puedes entrar a las tiendas y preguntar directamente en español.
De aquí volamos a Cancún (México) para pasar nuestra última semana de viaje en playa del Carmen en un resort descansando y concienciándonos de que estábamos a punto de acabar nuestra aventura. Aunque con bastante pena por finalizar nuestra aventura, estamos contentos de haber podido vivir unos meses tan espectaculares, de los que no cambiaríamos ni un momento y que nos ha permitido disfrutar un montón el uno del otro y de toda la gente que hemos ido conociendo por el camino. Como dijimos al tomar el avión: “habrá que repetirlo en unos años”